COMPOSITORAS: LAS ILUSTRES DESCONOCIDAS DE LA HISTORIA DE LA MÚSICA
El propósito del tema que he escogido para las dos próximas ediciones de los festivales Pirineos Classic & Jazzetania es, como su título indica, «rasgar el silencio» en el que se han visto sumidas, durante siglos, las mujeres compositoras.
A lo largo de una treintena de conciertos –repartidos entre las ediciones 2020 y 2021 de ambos festivales– vamos a programar obras de más de 50 compositoras, escritas a lo largo de 250 años –de 1770 a nuestros días.
Mi objetivo es descubrir al público lo que es tan solo una muestra del ingente –en realidad, incalculable– número de composiciones que debemos a la pluma de las mujeres, poniendo de manifiesto, al mismo tiempo, su impresionante calidad.
Muchas de estas obras han sido rescatadas del silencio de las bibliotecas, de los restos de serie de antiguas editoriales, de fondos digitalizados repartidos por universidades de medio mundo… ¡hasta de algún desván polvoriento! Porque, si bien estas mujeres lograron desarrollar en vida –luchando, eso sí, contra viento y marea– una intensa actividad creadora en paralelo a sus ilustres coetáneos de sexo masculino, llegando incluso a ver sus composiciones publicadas e interpretadas por los virtuosos del momento, lo cierto es que, tras su muerte, la Historia «oficial» de la Música las ignoró por completo. Sus nombres fueron omitidos por tratados y enciclopedias, de modo que tanto ellas como sus obras cayeron en un profundo y prolongado olvido.
Si les son familiares, no es porque conozcan o porque hayan tocado sus obras sino porque estas mujeres entraron en la Historia de la Música de la mano –y con los apellidos– de sus famosos maridos o hermanos
Tanto es así que, si realizamos una breve encuesta, no ya entre el público, sino entre los propios intérpretes musicales, veremos que son muy pocos los nombres de compositoras que les son familiares. Y si les son familiares, no es porque conozcan o porque hayan tocado sus obras sino, simplemente, porque estas mujeres entraron en la Historia de la Música de la mano –y con los apellidos– de sus famosos maridos o hermanos: es el caso de Clara Schumann-Wieck, Fanny Hensel-Mendelssohn y Alma Mahler-Schindler o, incluso, yendo más atrás en el tiempo, el de Franziska Lebrun-Danzi.

Otras –también muy pocas– son reconocidas por especialistas y estudiosos en razón de sus méritos como intérpretes –es el caso de la virtuosa pianista venezolana Teresa Carreño–, como pedagogas –la francesa Nadia Boulanger–, o por la suma de ambas cosas –la también francesa Marie Jaëll–; pero estos mismos especialistas desconocen o, directamente, ignoran, su extensa producción como compositoras.
Aún así, estos nombres –que llegarían, como mucho, a la docena– no suponen sino la diminuta punta de un iceberg inmenso: la obra, incluso la existencia, de cientos de compositoras, sigue siendo uno de los secretos mejor guardados y, probablemente, el más escandaloso silencio, de la Historia de la Musica.
Capítulo aparte merecen las compositoras contemporáneas, que han conseguido un espacio propio –«un cuarto propio», podríamos decir, citando a Virginia Woolf– en el panorama actual de la música y que también estarán representadas en nuestra programación. Compositoras vivas y felizmente activas, como Elena Firsova [1950, Rusia], Annea Lockwood [1939, Nueva Zelanda], Michelle Agnes Magalhaes [1979, Brasil] o Karen Tanaka [1961, Japón]. Y, mientras redacto estas líneas, me pregunto: ¿conseguirán estas compositoras, tras su muerte, que su obra perdure en los libros de historia y en las salas de conciertos, o serán, una vez más, condenadas al silencio en [sin]razón de la famosa «cuota» esgrimida por el patriarcado durante siglos? Sólo el futuro nos dará la respuesta. De momento, toca trabajar, aquí y ahora, en una doble dirección: recuperando el legado de las compositoras del pasado y creando un terreno propicio al reconocimiento –actual y póstumo– de las compositoras de hoy.
En cuanto al Festival Jazzetania, analizaremos el papel de las mujeres en la historia de este género musical. Sus carreras y sus vidas fueron duras, difíciles, especialmente en el caso de las jazzwomen negras: hasta las mayores divas del jazz, que lograron brillar en los escenarios como vocalistas, tuvieron que sortear obstáculos y soportar enormes humillaciones. Son casos paradigmáticos los de Bessie Smith y Billie Holiday, de trágico final, aunque hubo muchísimas más: mujeres valientes a las que recordaremos a través de las canciones en que volcaron su rebeldía, como Strange Fruit, de la propia Holiday, o la mítica Respect de Aretha Franklin. Pero no sólo de grandes voces vive el jazz: las mujeres también han luchado, a lo largo del siglo XX, para derribar las barreras de una estructura tan patriarcal como ha sido –y es, aún– el grupo instrumental. ¿Quién ha oído hablar, hoy en día, de instrumentistas, arreglistas, compositoras y líderes de bandas que dejaron una huella fundamental en la historia del jazz? Alguien citará, quizás, a la legendaria Mary Lou Williams, pianista, arreglista y compositora. Su talento fue de tal calibre, que fue considerada como «uno de los chicos» –léase esto, en el contexto de la época, como un elogio– y ejerció una enorme influencia en gigantes del jazz como Dizzy Gillespie y Thelonious Monk. Pero ¿quién recuerda a Vi Redd, saxofonista, vocalista y educadora; a Margie Hyams, vibrafonista, pianista y arreglista; o a Melba Liston, trombonista, compositora y arreglista? Por no hablar de las más de cincuenta compositoras de ragtime, muchas de ellas negras, que contribuyeron al género con piezas emblemáticas, como Dusty o The Thriller. ¿Quién podría imaginar, hoy en día, que tras la música de estos dos ragtime –y de otros muchos– se hallaba una jovencita llamada May, que firmaba sus partituras como M. Aufderheide?


Abordaremos también, en complementariedad con la mujer creadora, otra figura femenina de gran interés a la que la profesora Erika Bornay define como «mujer creada», sujeto –más o menos activo– de inspiración para artistas de ambos sexos. Algunas fueron mujeres reales, como Alma Schindler, musa y colaboradora en la sombra de su primer marido, el compositor Gustav Mahler –quien le exigió que abandonase la composición musical en una carta cruel, escrita a pocos días de su boda– y, tras enviudar, del pintor Oscar Kokoschka, del arquitecto Walter Gropius y del escritor Franz Werfel, sucesivamente. Otras, mujeres de ficción, sólo existieron en la imaginación de sus creadores: es el caso de Nana, tremendo personaje nacido de la pluma de Émile Zola que habría de inspirar, más adelante, al pintor Édouard Manet, al cineasta Jean Renoir y al compositor Baudime Jam.
Las mujeres, creadoras y creadas, han venido para quedarse. En efecto, en 2022, tras las dos ediciones que les dedicaremos en exclusiva, seguirán constituyendo una parte esencial de la estructura de los festivales: las compositoras estarán presentes en nuestra programación de manera permanente –como lo han estado las intérpretes desde el inicio de nuestra actividad, en 2002–, siguiendo criterios de igualdad y de paridad que me parecen fundamentales en el marco de la sociedad actual.
Las mujeres, creadoras y creadas, han venido para quedarse.